martes, 25 de junio de 2013

A propósito de la controversia de la reforma de la Ley sobre la Lactancia Materna



Por: Dra. Marbella Camacaro Cuevas
Coordinadora/Investigadora de la Unidad de Investigación y Estudios de Género “Bellacarla Jirón Camacaro”. Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Carabobo Sede Aragua.


La diatriba sobre la reforma de la Ley de Protección, Promoción y apoyo a la Lactancia Materna que según las declaraciones de la Diputada Odalis Monzon, contempla la prohibición del uso de tetero y de leches maternizadas en los centros públicos y privados, lo cual a través del pasar de los días pareciera ser una mala interpretación por su parte de la reforma que se quiere impulsar, motiva a disertar algunos aspectos que no son tomados en cuenta cuando se hacen políticas vinculadas a la lactancia materna.
Independientemente de que haya sido una declaración apresurada por parte de la Diputada encargada de la reforma, a lo que me quiero referir en este escrito es que la promoción de la lactancia materna se queda en el vacío si no se modifican algunas pautas o rutinas que no están contempladas a lo largo del proyecto de dicha ley y que están institucionalizadas por parte del ejercicio médico obstétrico y por la propia institución hospitalaria, entre algunas de estas prácticas de rutina está la separación del recién nacido o recién nacida en el momento del parto, ésta rutina es el primer eslabón de la cadena que atenta contra la lactancia materna, porque para nadie es un secreto que el inmediato contacto del niño o niña con la madre y el pezón de su pecho estimula fisiológicamente el bajado de la leche, psicológicamente el contacto íntimo afectivo y emocional de un/a niño/a con su madre y el respeto al derecho humano tanto de la madre como del recién nacido o recién nacida.
En investigaciones que por quince años he llevado a cabo en relación a la violencia obstétrica, he conocido científicamente que uno de los momentos más estresante y angustiante para las madres, por encima del hecho de encontrarse sola y sin apoyo, de pasar horas sin comer ni tomar agua, de ser sometidas a procedimientos médicos sin su conocimiento o autorización, es cuando nace el/la niño/a y se los/las llevan a realizarle las rutinas pediátricas medicalizadas, sin mostrárselos/as, sin poder tocarlo/a, abrazarlo/a, cargarlo/a y sólo recibiendo información mínima sobre el género y su salud. Ellas manifiestan una profunda ansiedad por temor a que sus hijos/as sean cambiados/as, robados/as o hasta que tengan alguna malformación. Estas vivencias que experimentan las madres no son precisamente la preparación médica, psicológica y afectiva, para que las mujeres puedan dar una lactancia materna acorde con lo que la propia promoción espera del proceso de la lactancia.
La promoción de la lactancia materna no puede ser coercitiva ni punitiva, porque lactar en las mujeres no es un hecho bilógico/instintivo como en las mamíferas no humanas, sino que está atravesado, precisamente por tratarse de la especie humana, por la socialización y las contradicciones de la realidad que viven las mujeres. Cómo se penaliza cultural o legalmente a las mujeres que no lacten a sus hijos/as, sin detenerse en la realidad de las mismas, la cual, en un elevado porcentaje se caracteriza por violencia familiar, violación, trabajo informal sin la protección de las leyes que las ampara o simplemente decidan, como seres autodeterminadas, no lactar a sus hijos/as.

El discurso de la promoción de la lactancia materna, desde mi punto de vista, está permeado por la fuerte concepción biologicísta de las mujeres, donde se toman en cuenta para excusar que una mujer no lacte, sólo razones de tipo orgánico, como VIH-SIDA, que estén sometidas a algún tratamiento o que sufran alguna afectación de las mamas, lo cual pone de lado la profunda contradicción de la lógica médica-hospitalaria, la cual por un lado promueve salas de lactancia materna y por otro la niega con las rutinas y el ambiente que viven en los centros de atención las gestantes, generalmente las más pobres que son quienes reciben atención en los centros públicos: las madres son castigadas, por el hecho de ser mujeres,  por la realidad social, por la institución y por las leyes.
Para abonar las políticas y derechos vinculados con la salud sexual y reproductiva de las mujeres, dentro de los cuales se encuentra la lactancia materna, el Estado debe sacar los partos de bajo riesgo de los hospitales, y que estos queden para lo que fueron creados: para responder frente a enfermedades. Las casas maternas deben ser creadas como políticas locales para que aquellas mujeres que no presentan alto riesgo obstétrico (que son la mayoría), puedan acudir a lugares dignos, acogedores, propicios para la promoción de la lactancia y donde el parto no sea tratado como una enfermedad sino como un proceso humano y natural. Ésta política es una deuda que se tiene después de la aprobación de la Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida de Violencia.
Creo que todo Estado tiene el compromiso social de promover la lactancia materna, porque indudablemente va a favor, no sólo de la salud de las/los niñas/os sino de los procesos posterior al parto de las mujeres, pero debe hacerse de manera generosa invitando a la población a conocer los beneficios, contextualizada con la realidad de la mayoría de las mujeres a quiénes va dirigida la promoción y respetando los derechos de las mujeres porque la lactancia materna es una opción, no una imposición.


Maracay, 24 de Junio del 2013. 

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